Cuando la Verdad entra
en este mundo, en el mundo de la dualidad y el tiempo, del engaño y las
apariencias, deja de ser absoluta. Es atrapada por las leyes de este mundo, por
la trampa que vela nuestros ojos y adormece nuestra conciencia y pasa a ser un
reflejo somero de lo que es en realidad.
La ciencia, los
artilugios que el hombre ha creado y desarrollado en su afán de comprender la
realidad en la que ha sido puesto, con total ignorancia de ella, se transforman
paradójicamente en la mayor parte de los casos, en aliados de todo lo que busca
impedir que la humanidad llegue a develar el misterio de su existencia, que
llegue a alcanzar la comprensión de cuál es el propósito para el cual ha sido
puesta sobre la faz de este planeta, y entender así la misión que le ha sido
asignada.
En este mundo no
existen verdades absolutas, y el conocimiento diminuto del hombre se halla
además fragmentado en múltiples opiniones, tendencias, corrientes de
pensamiento, religiones, doctrinas, en síntesis: hipótesis. La humanidad
entonces está dividida, enfrentada consigo misma, sometida al imperio de sus propios
míseros intereses egoístas que le llevan a intentar prevalecer a cada sector
sobre el otro. Hasta la tecnología no escapa a esta ley y se transforma en la
mayor parte de los casos, en un instrumento de poder y concentración de
riquezas para las empresas y un juguete de entretenimiento engañosamente
necesario, para las grandes masas de la humanidad consumidora. ¿Se busca cambiar al
mundo? ¿Se intenta mejorarlo? Puede que así sea. Pero esta no es una la
finalidad perseguida conscientemente por
la mayoría, sino una simple y fortuita coincidencia, un mero acierto
determinado en la trama compleja e inaccesible del diseño de la causalidad del
destino.
Pero el que se ha
conocido a sí mismo, el que ha podido atravesar
la trampa de la dualidad y el tiempo, para el que podido escapar de la prisión
del engaño y las apariencias, para alguien así la Verdad se le presenta en todo
su Esplendor, en Toda su dimensión exacta y absoluta. Para él la Verdad ya no
está oculta en este mundo, es totalmente visible, porque él ya es parte
indisoluble de ella y ya no hay camino de regreso. El Amor y la Compasión son
sus principales compañeros y sus guías, ya nada le distrae, nada le confunde o
le perturba, ni siquiera las necesidades primarias de este mundo, ni siquiera
“eso” que llamamos muerte y que en realidad no es más que el paso a otro nivel
de existencia.
Porque él ha
comprendido que es Nada, y también a percibido que es Todo. Y como dice y
experimenta el personaje de Borges al final de su cuento “La Escritura de
Dios”: a él ya no importa nada.
Porque se ha
encontrado con la Verdad Absoluta y no hay más grande dicha que fundirse y
desaparecer en Ella.
Elias Pessaj Yaffé
SER O NO SER
Aquí y ahora...