SER O NO SER, TU DECIDES


Elías Pessaj
SER O NO SER
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jueves, 12 de abril de 2012

COSECHAS LO QUE SIEMBRAS por Elias Pessaj


Una mañana una mujer bien vestida se paró frente a un hombre desamparado, quien lentamente levantó la vista y miró fijamente a la mujer que parecía acostumbrada a las cosas buenas de la vida. Su abrigo era nuevo y parecía que nunca se había perdido de una comida en su existencia. El primer pensamiento que le vino a la cabeza fue: 
“Solo quiere burlarse de mi, como tantos otros ya lo han hecho “
 -¡Por favor déjeme en paz! ¿O acaso encuentra algo divertido en observar a un pobre desgraciado como yo?- gruñó el indigente. Para su sorpresa, la mujer lejos de marcharse permaneció frente a él contemplándole y mientras sonreía, sus blancos dientes destellaban deslumbrantes.
-¿Tienes hambre? -preguntó ella.
-No-contestó sarcásticamente el vagabundo- si justo acabo de cenar con el presidente y sus ministros y vine a sentarme aquí a hacer la digestión ¡Por favor! ¿Puede marcharse y dejarme tranquilo?-
La sonrisa de la mujer se ensanchó aún más en su bonito rostro.
De pronto el hombre sintió una mano suave bajo el brazo.
-¿Qué hace usted, señora? -preguntó el hombre enojado- Le pedí que me dejara en paz.-
Un policía que vigilaba atentamente la escena se acercó.
-¿Hay algún problema, señora? - preguntó el oficial
-Ningún problema, -contestó la mujer- sólo estoy tratando de ayudarle para que se ponga de pie ¿me ayudaría?-
El oficial se rascó la cabeza- le comento señora que el viejo Juan, ha sido solo un estorbo por aquí desde que llegó al barrio hace unos días, ¿qué quiere usted con él?- preguntó el policía.
-¿Ve la cafetería de allí? -preguntó ella- quiero darle algo de comer y sacarlo del frío por un ratito.-
-¿Está loca, señora?, ¡no pienso ir bajo ningún punto de vista a esa cafetería! -se resistió el pobre desamparado.
Entonces sintió dos fuertes manos agarrándole de los brazos que le levantan. 
-Déjeme ir oficial, yo no hice nada- gimió el vagabundo
-Vamos viejo, esta es una buena oportunidad para ti- le susurró el policía al oído. 
Luego de casi arrastrar al viejo que fuertemente se oponía, la mujer y el policía con esfuerzo y dificultad lograron hacer entrar al viejo Juan contra su voluntad, a la cafetería y lo sentaron en una mesa en un rincón. El lugar estaba casi vacío, la mayoría de la gente ya había almorzado y solo algún comensal bebía una taza de café.
El gerente de la cafetería se acercó y les preguntó:
-¿Qué está ocurriendo aquí, oficial? ¿Sucede algo con este hombre? parece en problemas-
-Esta señora lo trajo aquí para que coma algo- respondió el policía.
-Perdóneme pero aquí no - respondió airadamente el gerente - la casa se reserva el derecho de admisión y una persona como este vagabundo no le da buena imagen a mi negocio.
El viejo Juan esbozó una sonrisa con sus pocos dientes.
-Señora, se lo advertí, yo no quería venir aquí desde el comienzo ¿ahora van a permitir que me marche?- preguntó
La mujer levantándose bien erguida, enfrentó al gerente de la cafetería y sonriendo le dijo:
-Señor ¿por casualidad, usted ha oído hablar de “Cuenca y Asociados, S.A.", la oficina central de la empresa de bienes raíces con más de veinte sucursales en el pais, que está a dos calles  de aquí?-
-Por supuesto que los conozco- respondió el gerente con impaciencia- ellos tienen sus reuniones semanales en una de mis mejores salas de banquetes.-
-¿Y dígame, esas reuniones no le proporcionan una importante ganancia de dinero, que usted, por supuesto  no estaría dispuesto a perder?- preguntó la Señora
-¿Y eso a Usted que le importa? respondió el administrador.
-Míreme con atención ¿no me recuerda o su memoria es tan floja?-
El gerente de la cafetería se puso pálido, no podía creer que hubiera cometido tan grueso error y no sabía cómo disculparse al reconocer en la mujer con la que estaba discutiendo, nada más ni nada menos, que a la exitosa empresaria Julia Ester Cuenca, la dueña y presidente de la poderosa compañía.
-¡Mil perdones estimadísima Señora! Me resultó difícil reconocerla vestida así, con prendas tan sencillas, mi negocio está a su entera disposición para lo que usted desee ordenar- y chasqueando sus dedos los meseros corrieron a atender la mesa.
El policía observaba toda la escena atónito, porque nunca había tenido la oportunidad de conocer a la dueña de una empresa tan importante y poderosa, que tenía la central justamente en su barrio. La mujer sonrió de nuevo al contemplar la cara de sorpresa del policía.
-¿Gustaría de compartir la mesa con nosotros, oficial? Le invitó la mujer.
-Gracias, señora- replicó el oficial- pero estoy en servicio.
-¿Entonces  quizá, una taza de café para llevar?-
-Sí, eso estaría mejor, señora-
-Cortesía de la casa señor oficial- dijo el Gerente, mientras el café era preparado.
-Ciertamente lo ha puesto en su lugar- comentó el policía
-Esa no fue mi intención -  dijo la señora - lo crea o no, tengo una buena razón para todo esto-
Se sentó a la mesa frente a su invitado a cenar. Ella lo miró fijamente y le preguntó:
- ¿Si mal no recuerdo usted trabajaba en esta cafetería?-
El viejo Juan dio un respingo en la silla y preguntó a su vez totalmente intrigado
-¿Cómo sabe Usted eso de mi, señora? -Fue hace muchos años.-
-Hagamos un trato- le propuso ella- usted me cuenta su historia y yo le cuento como supe ese dato.-
-Señora, usted se ha portado conmigo de una forma que no he recibido en años -dijo Juan - y no necesita hacer ningún trato conmigo, le contaré mi historia, que por cierto no es muy alegre.- Así fue que Juan le relató que le habían echado de la cafetería, porque le habían sorprendido dando de comer a personas necesitadas a costa del negocio. A duras penas consiguió un trabajo similar en otra cafetería, pero también allí sucedió lo mismo y esto le siguió ocurriendo, hasta que en una oportunidad fue puesto en prisión por el delito de ayudar a los necesitados a costa de alimentos, que al término del día terminaban en el contenedor de residuos. Los años habían pasado, nadie quería contratar a un ex-convicto y paulatinamente fue cayendo en la peor indigencia.
-Y aquí estoy otra vez, donde comenzó mi infortunio, ¿Entiende ahora señora, porque me resistía a entrar a este lugar tan funesto para mí?¿De qué me sirvió ayudar a tantos necesitados? guiarme por ese impulso de bondad solo me ha traído desgracias llevándome a este estado lamentable, porque en este mundo cruel e insensible soy un sub-humano, un tonto que vale menos que un perro.-
Inesperadamente la mujer le abrazó muy fuerte, mientras las lágrimas rodaban por su bello rostro ya maduro y sollozando le preguntó:
-¿También tú no me reconoces, tanto han pasado los años?-
 El viejo Juan miró su rostro, el rostro de ella surcado por algunas arrugas y sintió que le conocía.
-Creo conocerle – dijo – su cara se me hace familiar, pero no puedo recordar de donde.-
-Y si, los años han dejado sus marcas, estoy un poco más grande, pero haz un esfuerzo en tu memoria y mírame bien - dijo la Señora- mi figura ya no es la misma, pero cuando tú trabajabas aquí hace tantos años, atravesé esa misma puerta, muerta de frío y hambre- las lágrimas rodaban por sus mejillas ...
-¡Señora! - Exclamó el oficial de policía sorprendido, porque no podía creer lo que estaba presenciando, ni siquiera pensar que esa mujer podría llegar a tener hambre. 
-Ahora querido Juan, voy a contarte yo mi historia. Acababa de graduarme en la Universidad de mi pueblo y vine a la gran ciudad en busca de un trabajo, pero no podía encontrar nada, era muy joven y carecía de la experiencia necesaria y exigida para conseguir un empleo -  con la voz quebrada la mujer continuó- Deambulaba por las calles, desesperada, ya no me quedaba dinero, ni para pagar la renta de mi apartamento y ni siquiera para comprar un trozo de pan. Era febrero, hacía un frío mortal y casi muerta de hambre, vi este lugar y entré para por lo menos calentar mi cuerpo helado. Y allí estabas tú Juan, detrás del mostrador y me recibiste con una sonrisa.-
-Sí, ahora te recuerdo- dijo Juan- te acercaste y me preguntaste si había algún trabajo para ti a cambio de algo para comer-.
-Me dijiste que estaba en contra de la política de la empresa- continuó la mujer-entonces me hiciste el sándwich de carne más grande que jamás había visto, me diste una taza de café, y me fui a un rincón a disfrutar de mi comida. Tenía miedo de que te metieras en problemas. Luego, cuando miré y te vi a poner el precio de la comida en la caja registradora, supe entonces que todo iba a estar bien. Te portaste conmigo como un padre, me dijiste que no me preocupara por la comida hasta que consiguiera un trabajo y que cuando lo hiciera nunca me olvidara de ti.-
- ¡Julita! Ahora recuerdo que así era como te llamaba pequeña ¿Comenzaste tu propio negocio Julita? -Le preguntó el viejo Juan.
-Sí, encontré un trabajo después de un mes de intensa búsqueda. Trabajé muy duro, y fui escalando posiciones, tan absorta estaba en mis ocupaciones que no tenía tiempo para nada, hasta que un día pasé por la cafetería y me acordé de ti Juan y entré a agradecerte y retribuirte por todo lo que habías hecho por mí y fue en ese momento que me entero que te habían despedido. Te busqué por todas las cafeterías de los alrededores, pero mis ocupaciones me demandaban cada vez mayor tiempo y dedicación, así que te perdí el rastro. Con el tiempo comencé mi propio negocio que con la ayuda de Dios prosperó convirtiéndome en una empresaria exitosa-
Abrió su bolso y sacó un teléfono móvil, digitó un número y en unos minutos un moderno automóvil se estacionó en la puerta de la cafetería. El chofer bajó del vehículo y se encaminó hacia la señora.
-José, lleva a este señor- le dijo señalando al viejo Juan- al apartamento para huéspedes en el edificio donde está el piso en el que vivo con mi familia. Previamente pasas por la barbería y la sastrería y le indicas a mi mayordomo que le provea de todo lo necesario, porque esta noche tendremos una celebración muy importante, el motivo es un pariente mío muy cercano, quien ha sido por fin hallado. ¿Si es que ahora no te opones Juan?- le dijo al anciano.
 -Muy por el contrario-respondió el viejo-¿Cómo voy a agradecerte por lo que estás haciendo por mí?-
-Reponiéndote lo más pronto posible, porque ahora que te encontré deseo ponerte a la cabeza de un proyecto que hace tiempo anda rondando por mi mente: una Fundación de Ayuda para los Necesitados. Y esta vez no tendrás que hacerlo a escondidas y sin ser culpado por ello. ¿Quién mejor que tú para manejar un emprendimiento de esta naturaleza, si tu vocación siempre fue ayudar al prójimo sin importarte las consecuencias? Y este es el premio merecido a tu nobleza nunca jamás reconocida hasta hoy -
Hubo lágrimas en los ojos del anciano, quien se abrazó emotivamente con su hija adoptiva. Fuera de la cafetería, el oficial y la mujer se detuvieron y antes de irse cada uno por su lado ella le extendió su mano diciéndole:
-Gracias por toda su ayuda, oficial-
-Al contrario- dijo el policía- yo soy el que debo dar las gracias, porque hoy vi un milagro, algo que nunca voy a olvidar, que uno cosecha lo que siembra-

Elias Pessaj

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